La tradición cristiana
El Monte Carmelo no se menciona nunca en el Nuevo Testamento; pero se habla de él frecuentemente en el Antiguo. Su lujuriante verdor, producido principalmente por la vecindad del Mar Mediterráneo y por el abundante rocío, era considerado como singularmente hermoso; de ahí la comparación poética "tu cabeza es como el Carmelo", que se encuentra en el Cantar de los Cantares y la inequívoca referencia a la "belleza del Carmelo" en Isaías.
El carácter sagrado de sus alturas era bien conocido en el antiguo Israel. Aparentemente mucho antes de la época de Elías - cuánto antes no puede determinarse ahora - se había erigido un altar en honor de Yahveh en el Monte Carmelo, y sus ruinas reparadas por ese profeta tan pronto como pudo hacerlo con seguridad.
Fue la sierra del Carmelo la que el propio profeta Elías escogió para la asamblea del pueblo, teniendo lugar tales asambleas habitualmente en algún lugar sagrado. Nuevamente hay una alusión manifiesta a la costumbre de acudir al Carmelo para la celebración de la luna nueva y del sabbath. De diversos pasajes de las Sagrada Escritura se ha deducido que esta montaña sagrada era el lugar efectivo de residencia tanto de Elías como de Eliseo y, de hecho, la gruta de Elías y la caverna conocida como la Escuela de los Profetas aún son señaladas allí.
Su importancia se remonta al siglo VIII a.C. El profeta Elías lanzó desde allí su desafío a los sacerdotes de Baal que habían llevado al pueblo al paganismo. Elías y los baales ofrecieron sacrificios. El holocausto de Elías fue abrazado portentosamente por fuego enviado por Dios mientras el de los baales permanecía intacto, probándose así que hay un solo Dios, el Dios de Israel.
Al Monte Carmelo acudió la Sunamita para pedir al profeta Eliseo que resucitará a su hijo.
Según la tradición, Elías y Eliseo se fueron al Monte Carmelo y con sus discípulos establecieron una tradición contemplativa viviendo como eremitas en oración. Las excavaciones han demostrado que ya desde el siglo III d.C. griegos cristianos se establecieron como eremitas en el área del Carmelo.
El carácter sagrado de sus alturas era bien conocido en el antiguo Israel. Aparentemente mucho antes de la época de Elías - cuánto antes no puede determinarse ahora - se había erigido un altar en honor de Yahveh en el Monte Carmelo, y sus ruinas reparadas por ese profeta tan pronto como pudo hacerlo con seguridad.
Fue la sierra del Carmelo la que el propio profeta Elías escogió para la asamblea del pueblo, teniendo lugar tales asambleas habitualmente en algún lugar sagrado. Nuevamente hay una alusión manifiesta a la costumbre de acudir al Carmelo para la celebración de la luna nueva y del sabbath. De diversos pasajes de las Sagrada Escritura se ha deducido que esta montaña sagrada era el lugar efectivo de residencia tanto de Elías como de Eliseo y, de hecho, la gruta de Elías y la caverna conocida como la Escuela de los Profetas aún son señaladas allí.
Su importancia se remonta al siglo VIII a.C. El profeta Elías lanzó desde allí su desafío a los sacerdotes de Baal que habían llevado al pueblo al paganismo. Elías y los baales ofrecieron sacrificios. El holocausto de Elías fue abrazado portentosamente por fuego enviado por Dios mientras el de los baales permanecía intacto, probándose así que hay un solo Dios, el Dios de Israel.
Al Monte Carmelo acudió la Sunamita para pedir al profeta Eliseo que resucitará a su hijo.
Según la tradición, Elías y Eliseo se fueron al Monte Carmelo y con sus discípulos establecieron una tradición contemplativa viviendo como eremitas en oración. Las excavaciones han demostrado que ya desde el siglo III d.C. griegos cristianos se establecieron como eremitas en el área del Carmelo.
El Lugar
Textos bíblicos
Elías y Ahab
El tiempo pasó. Tres años después, el Señor se dirigió a Elías y le dijo: “Ve y preséntate ante Ahab, pues voy a mandar lluvia sobre la tierra.” Elías fue y se presentó ante Ahab. El hambre que había en Samaria era muy grave. Ahab llamó a Abdías, su mayordomo, que adoraba al Señor con profunda reverencia y que, cuando Jezabel comenzó a matar a los profetas del Señor, había recogido a cien de ellos y, después de dividirlos en dos grupos de cincuenta, los había escondido en dos cuevas y les había dado el alimento necesario. Ahab dijo a Abdías: “Ven, vamos a recorrer el país, y todos los manantiales y los ríos, a ver si podemos encontrar pasto para mantener vivos los caballos y las mulas. De lo contrario, nos quedaremos sin bestias”.
Así pues, se repartieron las zonas del país que debían recorrer, y Ahab se fue por un camino y Abdías por otro. Ya en el camino, Elías salió al encuentro de Abdías, que al reconocerle se inclinó ante él y exclamó: “¡Pero si es mi señor Elías!” “Sí, yo soy” respondió Elías. Y añadió: “Anda, dile a tu amo que estoy aquí.” Abdías contestó: “¿Qué falta he cometido para que me entregues a Ahab y que él me mate?” Juro por el Señor tu Dios que no hay nación ni reino adonde mi amo no haya enviado a buscarte; y cuando respondían que no estabas allí, mi amo les hacía jurar que en verdad no te habían hallado.¡Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que estás aquí! Lo que va a pasar es que, al separarme de ti, el espíritu del Señor te llevará a donde yo no sepa. Y cuando yo vaya a darle la noticia a Ahab, él no te encontrará, y me matará. Este siervo tuyo, desde su juventud, siempre ha honrado al Señor.¿Acaso no te han contado lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas del Señor? Pues escondí a cien de ellos metiéndolos en dos cuevas en grupos de cincuenta, y les di el alimento necesario.¿Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que tú estás aquí? ¡Me matará!
Elías le respondió: “Juro por el Señor todopoderoso, a quien sirvo, que hoy mismo me presentaré ante Ahab.” Abdías fue a buscar a Ahab para darle el aviso, y entonces Ahab fue a encontrarse con Elías. Cuando lo vio, le dijo: “¿Así que tú eres el que está trastornando a Israel?”. “Yo no lo estoy trastornando” contestó Elías, sino tú y tu gente, por dejar los mandamientos del Señor y rendir culto a las diferentes representaciones de Baal. Manda ahora gente que reúna a todos los israelitas en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
Elías y los profetas de Baal
Ahab mandó llamar a todos los israelitas, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: “¿Hasta cuándo vais a continuar con este doble juego? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidle a él, y si lo es Baal, a él deberéis seguir.” El pueblo no respondió palabra, y Elías continuó diciendo: “Yo soy el único profeta del Señor que ha quedado con vida, en tanto que de Baal hay cuatrocientos cincuenta profetas. Pues bien, que se nos den dos becerros, y que ellos escojan uno, que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, pero que no le prendan fuego. Yo, por mi parte, prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. Luego vosotros invocaréis a vuestros dioses, y yo invocaré al Señor, ¡y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero!” .“¡Buena propuesta!” respondió todo el pueblo. Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: “Escoged uno de los becerros y preparadlo primero, ya que vosotros sois muchos. Luego invocad a vuestro dios, pero no encendáis fuego.”
Así pues, ellos tomaron el becerro que se les había entregado y lo prepararon, y desde la mañana hasta el mediodía invocaron a Baal. Decían: “¡Contéstanos, Baal!”, y daban brincos alrededor del altar que habían construido, pero ninguna voz les respondía. Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciéndoles: “Gritad más fuerte, porque es un dios. A lo mejor está ocupado, o está haciendo sus necesidades, o ha salido de viaje. ¡Tal vez esté dormido y haya que despertarlo!” .Ellos seguían gritando y cortándose con cuchillos y lancetas, como tenían por costumbre, hasta quedar bañados en sangre. Pero pasó el mediodía, y aunque continuaron gritando y saltando como locos hasta la hora de ofrecer el sacrificio, no hubo ninguna respuesta. ¡Nadie contestó ni escuchó! Entonces Elías dijo a toda la gente: “Acercaos a mí.” Toda la gente se acercó a él, y él se puso a reparar el altar del Señor, que estaba derribado. Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor dijo que se llamaría Israel, y construyó con ellas un altar al Señor; abrió luego una zanja alrededor del altar, donde cabrían unos veinte litros de grano y, tras acomodar la leña, descuartizó el becerro y lo puso sobre ella. Luego dijo: “Llenad cuatro cántaros de agua y vaciadlos sobre el holocausto y la leña.”
Luego mandó hacer lo mismo por segunda y por tercera vez, y así lo hicieron. El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja. 36 A la hora de ofrecer el holocausto, el profeta Elías se acercó y exclamó: “¡Señor, Dios de Abraham, Isaac e Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel, y que yo soy tu siervo y hago todo esto porque tú me lo has mandado!¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente sepa que tú eres Dios y que los invitas a volverse de nuevo a ti!” En aquel momento, el fuego del Señor cayó y quemó el holocausto, la leña y hasta las piedras y el polvo, y consumió el agua que había en la zanja. Al verlo, toda la gente se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo: “¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!” Entonces Elías les dijo: “¡Atrapad a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!”La gente los atrapó, y Elías los llevó al arroyo Quisón y allí los degolló.
Elías ora pidiendo lluvia
Después Elías dijo a Ahab: “Vete a comer y beber, porque ya se oye el ruido del aguacero.” Ahab se fue a comer y beber. Pero Elías subió a lo alto del monte Carmelo y, arrodillándose en el suelo, se inclinó hasta poner la cara entre las rodillas, y dijo a su criado: “Ve y mira hacia el mar.” Él fue y miró, y luego dijo: “No hay nada.” Pero Elías le ordenó: “Vuelve siete veces.” A la séptima vez, el criado dijo:“¡Allá, subiendo del mar, se ve una nubecita del tamaño de una mano!” Entonces Elías le dijo: “Ve y dile a Ahab que enganche su carro y se vaya antes que se lo impida la lluvia.” Ahab subió a su carro y se fue a Jezreel. Mientras tanto, el cielo se oscureció con nubes y viento, y cayó un fuerte aguacero. En cuanto a Elías, el Señor le dio fuerzas; y luego de arreglarse la ropa, corrió hasta Jezreel y llegó antes que Ahab.
(1 Reyes 18)
El tiempo pasó. Tres años después, el Señor se dirigió a Elías y le dijo: “Ve y preséntate ante Ahab, pues voy a mandar lluvia sobre la tierra.” Elías fue y se presentó ante Ahab. El hambre que había en Samaria era muy grave. Ahab llamó a Abdías, su mayordomo, que adoraba al Señor con profunda reverencia y que, cuando Jezabel comenzó a matar a los profetas del Señor, había recogido a cien de ellos y, después de dividirlos en dos grupos de cincuenta, los había escondido en dos cuevas y les había dado el alimento necesario. Ahab dijo a Abdías: “Ven, vamos a recorrer el país, y todos los manantiales y los ríos, a ver si podemos encontrar pasto para mantener vivos los caballos y las mulas. De lo contrario, nos quedaremos sin bestias”.
Así pues, se repartieron las zonas del país que debían recorrer, y Ahab se fue por un camino y Abdías por otro. Ya en el camino, Elías salió al encuentro de Abdías, que al reconocerle se inclinó ante él y exclamó: “¡Pero si es mi señor Elías!” “Sí, yo soy” respondió Elías. Y añadió: “Anda, dile a tu amo que estoy aquí.” Abdías contestó: “¿Qué falta he cometido para que me entregues a Ahab y que él me mate?” Juro por el Señor tu Dios que no hay nación ni reino adonde mi amo no haya enviado a buscarte; y cuando respondían que no estabas allí, mi amo les hacía jurar que en verdad no te habían hallado.¡Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que estás aquí! Lo que va a pasar es que, al separarme de ti, el espíritu del Señor te llevará a donde yo no sepa. Y cuando yo vaya a darle la noticia a Ahab, él no te encontrará, y me matará. Este siervo tuyo, desde su juventud, siempre ha honrado al Señor.¿Acaso no te han contado lo que hice cuando Jezabel mató a los profetas del Señor? Pues escondí a cien de ellos metiéndolos en dos cuevas en grupos de cincuenta, y les di el alimento necesario.¿Y ahora me pides que vaya a decirle a mi amo que tú estás aquí? ¡Me matará!
Elías le respondió: “Juro por el Señor todopoderoso, a quien sirvo, que hoy mismo me presentaré ante Ahab.” Abdías fue a buscar a Ahab para darle el aviso, y entonces Ahab fue a encontrarse con Elías. Cuando lo vio, le dijo: “¿Así que tú eres el que está trastornando a Israel?”. “Yo no lo estoy trastornando” contestó Elías, sino tú y tu gente, por dejar los mandamientos del Señor y rendir culto a las diferentes representaciones de Baal. Manda ahora gente que reúna a todos los israelitas en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
Elías y los profetas de Baal
Ahab mandó llamar a todos los israelitas, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: “¿Hasta cuándo vais a continuar con este doble juego? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidle a él, y si lo es Baal, a él deberéis seguir.” El pueblo no respondió palabra, y Elías continuó diciendo: “Yo soy el único profeta del Señor que ha quedado con vida, en tanto que de Baal hay cuatrocientos cincuenta profetas. Pues bien, que se nos den dos becerros, y que ellos escojan uno, que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, pero que no le prendan fuego. Yo, por mi parte, prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. Luego vosotros invocaréis a vuestros dioses, y yo invocaré al Señor, ¡y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero!” .“¡Buena propuesta!” respondió todo el pueblo. Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: “Escoged uno de los becerros y preparadlo primero, ya que vosotros sois muchos. Luego invocad a vuestro dios, pero no encendáis fuego.”
Así pues, ellos tomaron el becerro que se les había entregado y lo prepararon, y desde la mañana hasta el mediodía invocaron a Baal. Decían: “¡Contéstanos, Baal!”, y daban brincos alrededor del altar que habían construido, pero ninguna voz les respondía. Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciéndoles: “Gritad más fuerte, porque es un dios. A lo mejor está ocupado, o está haciendo sus necesidades, o ha salido de viaje. ¡Tal vez esté dormido y haya que despertarlo!” .Ellos seguían gritando y cortándose con cuchillos y lancetas, como tenían por costumbre, hasta quedar bañados en sangre. Pero pasó el mediodía, y aunque continuaron gritando y saltando como locos hasta la hora de ofrecer el sacrificio, no hubo ninguna respuesta. ¡Nadie contestó ni escuchó! Entonces Elías dijo a toda la gente: “Acercaos a mí.” Toda la gente se acercó a él, y él se puso a reparar el altar del Señor, que estaba derribado. Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor dijo que se llamaría Israel, y construyó con ellas un altar al Señor; abrió luego una zanja alrededor del altar, donde cabrían unos veinte litros de grano y, tras acomodar la leña, descuartizó el becerro y lo puso sobre ella. Luego dijo: “Llenad cuatro cántaros de agua y vaciadlos sobre el holocausto y la leña.”
Luego mandó hacer lo mismo por segunda y por tercera vez, y así lo hicieron. El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja. 36 A la hora de ofrecer el holocausto, el profeta Elías se acercó y exclamó: “¡Señor, Dios de Abraham, Isaac e Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel, y que yo soy tu siervo y hago todo esto porque tú me lo has mandado!¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente sepa que tú eres Dios y que los invitas a volverse de nuevo a ti!” En aquel momento, el fuego del Señor cayó y quemó el holocausto, la leña y hasta las piedras y el polvo, y consumió el agua que había en la zanja. Al verlo, toda la gente se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo: “¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!” Entonces Elías les dijo: “¡Atrapad a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!”La gente los atrapó, y Elías los llevó al arroyo Quisón y allí los degolló.
Elías ora pidiendo lluvia
Después Elías dijo a Ahab: “Vete a comer y beber, porque ya se oye el ruido del aguacero.” Ahab se fue a comer y beber. Pero Elías subió a lo alto del monte Carmelo y, arrodillándose en el suelo, se inclinó hasta poner la cara entre las rodillas, y dijo a su criado: “Ve y mira hacia el mar.” Él fue y miró, y luego dijo: “No hay nada.” Pero Elías le ordenó: “Vuelve siete veces.” A la séptima vez, el criado dijo:“¡Allá, subiendo del mar, se ve una nubecita del tamaño de una mano!” Entonces Elías le dijo: “Ve y dile a Ahab que enganche su carro y se vaya antes que se lo impida la lluvia.” Ahab subió a su carro y se fue a Jezreel. Mientras tanto, el cielo se oscureció con nubes y viento, y cayó un fuerte aguacero. En cuanto a Elías, el Señor le dio fuerzas; y luego de arreglarse la ropa, corrió hasta Jezreel y llegó antes que Ahab.
(1 Reyes 18)
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