Asturias con el Papa

Peregrinación de los jóvenes del Camino Neocatecumenal de Asturias, con el Papa Benedicto XVI, a diversos lugares: Tierra Santa (Israel), Fátima, Düsseldorf (Alemania),JMJ Madrid 2011 y JMJ Rio de Janeiro 2013.

Hemos cambiado de página web. Puedes leer el blog para la JMJ Rio 2013 aquí: http://asturiasconelpapa.hol.es/

El Papa anuncia el lema de la próxima JMJ 2013 de Río
“Id y haced discípulos a todos los pueblos”

lunes, 11 de mayo de 2009

Jerusalem: Santo Sepulcro


Edícula del Santo Sepulcro; Capilla del Calvario

La basílica del Santo Sepulcro nos recuerda las últimas horas de la vida terrena de Jesús: El Calvario donde nos redimió y el Sepulcro donde fue depuesto y resucitó al tercer día. La piedad cristiana ha colocado también otros recuerdos de la pasión y resurrección de Cristo dentro de dicho Santuario.

Basilica della Risurrezione
P.O.B. 428
91001 Jerusalem
ISRAEL
Tel.: +972. 2 6267.000
+972. 2 6267.011 (Sacrestia)
Fax: +972. 2 6276.601
Horario de visitas
Estivo:: 5.00-21.00
Invernal:: 4.00-19.00


La tradición cristiana

Antes de los trabajos emprendidos por el emperador Constantino (327-335) Eusebio de Cesarea escribe: - “El lugar de la Calavera, donde Cristo fue crucificado, todavía hoy se muestra en Elia (Jerusalén) al norte del Monte Sión” y esto a pesar de que un culto idolátrico (de la diosa Venus/Afrodita) se mantenía en el lugar desde hacía mucho tiempo. Una cruz preciosa que desapareció en posteriores saqueos, no tardó en ocupar su lugar sobre un montículo rocoso que es considerado por los cristianos como el ombligo y centro espiritual del mundo (San Cirilo de Jerusalén, s. IV ).

Eusebio de Cesarea, hacia el 340, habla acerca de las circunstancias que nos llevaron al descubrimiento de la tumba de Cristo, escondida bajo un gran terraplén desde los tiempos de Adriano (135 d. C,). Narra, efectivamente, cómo el emperador Constantino poco después del 325, ordenó derrumbar el templo pagano y excavar en profundidad y “entonces, contra toda esperanza, apareció el venerable y santísimo testimonio de la resurrección salvífica”. Desde entonces, la tumba descubierta permaneció siempre venerada hasta la destrucción en el 1099 y se la podía ver completamente excavada en la roca, habiendo sido revestida de mármol solamente en su parte exterior (Arculfo, s.VI ). De la basílica constantiniana (Martyrion, Porticado y Anástasis) queda hoy solamente la rotonda de la Anástasis, aunque haya sido restaurada varias veces, y aparece como un gran mausoleo sobre la tumba vacía de Cristo. Todo el resto de la construcción correspondiente al ingreso de la parte sur con el Católico en el centro, el deambulatorio y la capilla subterránea de Sta. Elena, es obra de los cruzados (1141).

Las últimas restauraciones comenzadas en el año 1960, han permitido poder profundizar más y mejor en la historia y topografía del lugar en la época de Cristo descubriéndose una antigua cantera de piedra (fuera de la ciudad) transformada en jardín y un sepulcro excavado en la roca.

Los franciscanos practican sus funciones litúrgicas desde el siglo XIV conjuntamente con los representantes de otros ritos y esto siguiendo las disposiciones de los sultanes, primero de los de Egipto y, después, de los de Constantinopla (1517) hasta llegar al establecimiento del “Status quo” (1757 y 1852) con férreas ordenanzas que regulan la convivencia de las diferentes comunidades.

El Lugar



Textos bíblicos

Crucifisión, muerte y sepultura de Jesús

Cuando llegaron al sitio llamado de la Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo: “Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!” Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio diciéndole: “¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!” Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”

Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole: “¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!” Pero el otro reprendió a su compañero diciendo: “¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo”. Luego añadió: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar”. Jesús le contestó: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
(Lucas 23,33-43)

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Desde entonces, aquel discípulo la recibió en su casa. Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”. Había allí una jarra llena de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús bebió el vino agrio y dijo: “Todo está cumplido”. Luego inclinó la cabeza y murió.

Era el día de la preparación de la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos quedasen en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne. Por eso pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernas a los crucificados y quitar de allí los cuerpos. Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas primero a uno y luego al otro de los crucificados junto a Jesús. Pero al acercarse a Jesús vieron que ya había muerto. Por eso no le quebraron las piernas. Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.

El que cuenta esto es uno que lo vio y que dice la verdad. Él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: “No le quebrarán ningún hueso.”Y en otra parte dice la Escritura: “Mirarán al que traspasaron.”

Después de esto, José, el de Arimatea, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era un seguidor de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Pilato le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo. También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de perfume de mirra y áloe. José y Nicodemo, pues, tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según acostumbraban hacer los judíos para enterrar a sus muertos. En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, donde todavía no se había depositado a nadie. Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.
(Juan 19, 25-42)



Resurrección de Jesús

Pasado el sábado, al amanecer el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto hubo un fuerte temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra que lo cerraba y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve. Al verle, los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: “No os asustéis. Sé que estáis buscando a Jesús, el crucificado, pero no está aquí; ha resucitado, como dijo. Venid a ver el lugar donde lo pusieron. Id aprisa y decid a sus discípulos: ‘Ha resucitado y va a ir a Galilea antes que vosotros. Allí le veréis.’ Esto es lo que yo tenía que deciros.” Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo: “No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán.”

(Mateo 28,1-10)

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